lunes, 1 de agosto de 2016

El programa en doce pasos de Godzilla, Joe R. Lansdale

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UNO: TRABAJO HONESTO

Godzilla, rumbo a su trabajo en la fundidora, pasa junto a un alto edificio que parece estar hecho principalmente de cobre brillante y vidrio oscuro que refleja el sol. Observa su propia imagen en los vidrios y recuerda los viejos tiempos. Se pegunta qué se sentirá pisar el edificio, escupirle fuego, besar las ventanas hasta oscurecerlas con su aliento ardiente, y después bailar en éxtasis sobre las ruinas humeantes.

Un día a la vez, se dice. Un día a la vez.

Godzilla se obliga a concentrarse en el edificio. Sigue caminando. Llega a la fundidora. Se pone su caso protector. Dirige su aliento flamígero hacia el gigantesco tanque lleno de partes usadas de carro, y las convierte en metal fundido. El metal escurre a través de las tuberías hacia los nuevos moldes para hacer nuevas partes de automóviles. Puertas. Techos. Etcétera.

Godzilla siente que parte de la tensión ha sido liberada.

DOS: RECREACIÓN

Al salir del trabajo, Godzilla se mantiene alejado del centro de la ciudad. Se siente tenso. Siempre ha sido difícil dejar de escupir fuego después del trabajo. Se dirige al CENTRO DE RECREACIÓN PARA MONSTRUOS GIGANTES.

Ahí está Gorgo. Como siempre, borracha con agua aceitosa de mar. Gorgo habla sobre el pasado. Así es ella. Siempre el pasado.

Salen al patio trasero y utilizan su aliento en los desechos depositados diariamente. Kong anda por ahí. Borracho como un chango. Está jugando con Barbies. Es lo único que hace. Al final, mete las Barbies en el bolsillo de su saco, se apoya en su andadera y se tambalea, alejándose de Gorgo y Godzilla.

—Valió madres desde su caída. ¿Qué le pasa con ese asunto de las niñas de plástico? ¿Qué no sabe que hay mujeres de carne y hueso en este mundo? —dice Gorgo.

Godzilla piensa que la mirada que Gorgo dirige al trasero de Kong, apoyado en la andadera, es de añoranza. Está seguro de que los ojos de Gorgo se humedecen.

Godzilla quema un poco de chatarra para entretenerse, pero no le sirve de mucho, ya que ha estado soplando fuego todo el día y solo ha servido para rebajar el filo de sus compulsiones. Ni siquiera es tan agradable como la fundidora. Se va a casa.

TRES: SEXO Y DESTRUCCIÓN

En la noche pasan una película de monstruos en la televisión. La típica. Grandes bestias dejando un caos ciudad tras ciudad. Aplastando peatones bajo sus pies.

Godzilla examina la planta de su pie derecho, observa las cicatrices que los automóviles que ha pisado han dejado como recuerdo. Se acuerda de la húmeda sensación al reventar humanos entre los dedos de sus pies. Piensa en ello y cambia el canal. Observa veinte minutos de Mr. Ed, apaga la televisión y se masturba imaginando ciudades en llamas y carne humana aplastada bajo sus pies.

Más tarde, en la madrugada, despierta sudando frío. Va al baño y talla torpes figuras humanas con barras de jabón. Aplasta el jabón entre los dedos de los pies, cierra los ojos e imagina. Intenta recordar.

CUATRO: VIAJE A LA PLAYA Y LA GRAN TORTUGA

El sábado, Godzilla va a la playa. Un monstruo borracho que parece una tortuga gigantesca pasa volando y golpea a Godzilla. La tortuga insulta a Godzilla, buscando pleito. Godzilla recuerda que el nombre de la tortuga es Gamera.

Gamera siempre ha sido un problema. A nadie le caía bien. Siempre ha sido un pendejo.

Godzilla aprieta los dientes y retiene las flamas. Da media vuelta y camina por la playa. Susurra un mantra secreto que le enseñó su padrino. La tortuga gigante lo sigue, sin dejar de insultarlo.

Godzilla recoge sus artículos de playa y se dirige a casa. A sus espaldas puede escuchar a la tortuga, que sigue insultándolo, que sigue provocándolo. Hace mucho esfuerzo por no responder al gigantesco bastardo. Todo su esfuerzo. Sabe que la tortuga saldrá en las noticias mañana. Habrá destruido algo en algún sitio o habrá sido destruida.

Godzilla piensa que quizá debería hablar con la tortuga, intentar convencerla para entrar a un programa de doce pasos. Es lo que se supone que debería hacer: Quizá la tortuga podría encontrar un poco de paz.

Pero solo puedes ayudar a los que quieren ayuda. Godzilla se da cuenta de que no puede salvar a todos los monstruos del mundo. Ellos tienen que tomar su propia decisión. Decide cargar folletos sobre el programa de doce pasos de ahora en adelante.

Más tarde, llama por teléfono a su padrino. Le cuenta que ha tenido un mal día. Que ha deseado quemar edificios y pelear con la tortuga gigante. Reptilicus le dice que está bien. Que él también ha tenido días así. Y que los tendrá de nuevo.

Aunque al monstruo lo vistas de seda, monstruo se queda. Pero también puedes ser un monstruo en recuperación. Tomarlo un día a la vez. Es la única manera de ser feliz en el mundo. No puedes quemar, asesinar y masticar humanos y sus creaciones sin pagar el precio de la culpa y de las heridas múltiples de artillería.

Godzilla agradece a Reptilicus y cuelga. Se siente mucho mejor durante un rato, pero le quedan dudas sobre cuánta culpa carga. Se da cuenta de que quizá lo que realmente odia es la artillería y los aviones que disparan misiles. Y no la culpa.

CINCO: RECAÍDA

Sucede repentinamente. Recae. De regreso del trabajo ve una casita de perro con su habitante dormido, medio cuerpo fuera de la puerta. No hay nadie alrededor. El perro parece viejo. Está encadenado. Se debe sentir miserable. El plato de agua está vacío. El perro está viviendo una vida indigna. Encadenado. Aburrido. Sediento.

Godzilla salta y aplasta la casa del perro, que sale disparado en varias direcciones. Quema lo que queda de la casa con una explosión de su aliento. Salta y da giros sobre la punta de sus pies, encima de los escombros. La madera quemada y el perro cocinado se deslizan entre los dedos de sus pies y le recuerdan los viejos tiempos.

Se aleja rápidamente. Nadie lo ha visto. Se siente mareado. Su intoxicación es tal que apenas puede caminar. Llama a Reptilicus, pero contesta una máquina.

—No me encuentro disponible ahora. Salí a hacer el bien. Por favor deja tu mensaje y pronto me comunicaré contigo.

La máquina emite un tono.

—Ayuda —pide Godzilla.

SEIS: SU PADRINO

La casa del perro ocupa sus pensamientos todo el día siguiente. Mientras trabaja, piensa en el perro y en cómo ardió. Piensa en la casita y la manera en que se derrumbó. Piensa en la danza que bailó sobre las ruinas.

El día se arrastra eternamente. Piensa que quizá, cuando acabe de trabajar, encontrará otra casa, otro perro.

En el camino a casa se mantiene vigilante, pero no encuentra ni perros ni casas de perros.

La máquina contestadora parpadea cuando llega a casa. Es un mensaje de Reptilicus.

—Llámame —dice la voz de Reptilicus.

Godzilla lo hace.

—Reptilicus, perdóname, porque he pecado —le dice.

SIETE: DESILUSIONADO. DECEPCIONADO

La plática con Reptilicus no es de mucha ayuda. Godzilla rompe todos los folletos del programa de doce pasos. Limpia su trasero con un par y los avienta por la ventana. Coloca los retazos de los demás en el lavabo y les prende fuego con su aliento. Después, quema una mesa y una silla. Cuando acaba se siente culpable. Sabe que su casera esperará que las reemplace.

Prende el radio y se acuesta en la cama escuchando una estación de oldies. Después de un rato se queda dormido mientras Martha y las Vandellas cantan Heat wave.

OCHO: DESEMPLEADO

Godzilla sueña. En el sueño, Dios se le acerca, escupiendo fuego, lleno de escamas. Le dice a Godzilla que está avergonzado de él. Le dice que puede hacerlo mejor. Godzilla se despierta sudando frío. Está sólo en el cuarto.

Godzilla se siente culpable. Tiene memorias vagas de despertarse y salir a destruir parte de la ciudad. Se había emborrachado, pero no recuerda todo lo que hizo. Quizá se enterará por los periódicos. Huele a madera quemada y plástico derretido. Hay una sustancia viscosa entre los dedos de sus pies y algo le dice que no es jabón.

Godzilla siente deseos de suicidarse. Busca su pistola, pero está muy borracho como para encontrarla. Se queda dormido en el suelo. Sueña con el diablo esta vez. Es igualito a Dios, pero tiene una sola ceja sobre ambos ojos. El diablo le dice que ha venido por Godzilla.

Godzilla gime y pelea. Sueña que se pone de pie y que da coletazos al diablo, que le escupe fuego sin provocarle daño.

Godzilla se levanta tarde a la mañana siguiente, crudo. Recuerda el sueño. Llama al trabajo para decir que está enfermo. Duerme la mayor parte del día. Esa tarde, lee sobre sí mismo en los periódicos. Ahora sí hizo daño. Rostizó gran parte de la ciudad. Hay una foto nítida del momento en el que arranca la cabeza a una mujer, de una mordida.

Esa noche, recibe una llamada del capataz de la fundidora. El capataz ha visto los periódicos. Le dice a Godzilla que está despedido.

NUEVE: INCENTIVOS

Al día siguiente llegan unos humanos. Llevan trajes negros, camisas blancas, zapatos boleados y portan gafetes. También pistolas.

—Eres un problema. Nuestro gobierno quiere enviarte de regreso a Japón —dijo uno de ellos.

—Me odian allá —dijo Godzilla—. Yo incendié Tokio.

—Pues aquí no lo has hecho mejor. Tienes suerte de que la población de los barrios que quemaste era principalmente negra, o nuestra actitud sería distinta. De hecho, tenemos una propuesta laboral para ti.

—¿Cuál? —dijo Godzilla.

—Si tú rascas nuestra espalda, nosotros rascamos la tuya. Entonces los hombres le dicen lo que tienen en mente.

DIEZ: DECISIONES

Godzilla duerme mal esa noche. Se para y pone el Monster Mash en su pequeño tocadiscos. Baila en el cuarto como si se estuviera divirtiendo, aunque él sabe que no es cierto. Se dirige al CENTRO DE RECREACIÓN PARA MONSTRUOS GIGANTES. Encuentra a Kong ahí, sentado en un banquillo, desvistiendo a una de sus Barbies, toqueteando la zona lisa entre sus piernas. Godzilla se da cuenta de que Kong ha dibujado una raya ahí, simulando una vagina. Parece que lo hizo con una pluma de tinta azul. Ha decorado la línea central con rayitas de vello púbico. Godzilla piensa que debió haber contratado a alguien para hacer el trabajo. No se ve para nada natural.

Dios, no quiere acabar como Kong. Completamente desvanecido. Por el otro lado, si tuviera muñecas que derretir, quizá eso lo podría relajar.

No. Después haber tenido la experiencia real, ¿qué es una Barbie? Sólo otra forma de cerveza sin alcohol. Igual que la chatarra del patio trasero. Cerveza sin alcohol. La fundidora. El programa de doce pasos. Todo. Cerveza sin alcohol.

ONCE: TRABAJANDO PARA EL GOBIERNO

Godzilla telefonea a los idiotas del gobierno.

—De acuerdo —les dice—. Acepto.

—Bien —le dice el agente del gobierno—. Pensábamos que aceptarías. Checa tu correo. El mapa y las instrucciones están ahí.

Godzilla sale y busca en su buzón. Encuentra un sobre manila. Adentro hay instrucciones. Las lee: "Quema todos los puntos marcados en el mapa. Cuando acabes con ellos, te encontraremos otros. Sin castigos. Sólo asegúrate que nadie escape. Si hay disturbios, acábalos. Hasta los últimos hombres, mujeres y niños".

Godzilla desdobla el mapa. Hay marcas en tinta roja sobre él. Arriba de las marcas en rojo, hay listados: "Barrio de negros. Chinatown. Zona de blancos pobres. Colonia gay. Suburbios, principalmente demócratas".

Godzilla reflexiona sobre lo que puede hacer ahora. Sin ataduras. Puede incendiar sin culpas. Puede destrozar sin culpas. No sólo eso, le mandarán un cheque. Ha sido contratado por su país adoptivo para limpiar la suciedad que ellos han encontrado.

DOCE: EL PASO FINAL

Godzilla se acerca a la primera zona de la lista. Barrio de negros. Observa a unos niños jugar en las calles. Perros. Humanos que alzan su vista para verlo, preguntándose qué diablos hace ahí.

De pronto, Godzilla siente que algo se mueve dentro de él. Sabe que lo están usando. Da media vuelta y se aleja. Se dirige a la zona de gobierno de la ciudad. Empieza con la mansión del gobernador. Libera su lado salvaje. Llega la artillería, pero no sirve de nada, está desatado. Como en los viejos tiempos.

Reptilicus llega con un megáfono, intenta disuadir a Godzilla cerca del Gran Edificio Monumental, pero Godzilla no lo escucha. Está quemando la parte superior del edificio con su aliento, y baja poco a poco, quemando más, y bajando, y quemando más, hasta llegar al piso.

Kong llega y le echa porras. Kong avienta su andadera y se arrastra por el camino sobre su estómago. Llega a un edificio, se incorpora y empieza a escalar. Las balas brillan alrededor del gorila gigante.

Godzilla observa a Kong llegar hasta la cima del edificio. Se cuelga con una mano y agita la otra, con la cual sujeta una muñeca Barbie.

Kong coloca la Barbie entre sus dientes. Mete la mano en su bolsillo y saca un Ken desnudo. Godzilla puede ver que Kong le ha hecho a Ken un pene con boligoma o algo así. El pene es tan largo como la pierna de Ken.

—Claro que sí, claro que sí —grita Kong—, yo soy AC/DC, hijos de puta.

Aparecen unos jets y vuelan hacia Kong. El gran simio atrapa unos misiles con su boca. Pedazos de Barbie, dientes y masa cerebral decoran el cielo gris. Kong cae.

Gorgo aparece entre la multitud y se hinca sobre el gorila, lo toma entre sus brazos y llora. La mano de Kong se destensa, revelando a Ken, que perdió su pene.

La tortuga voladora llega e intenta opacar a Godzilla, pero Godzilla no se deja. Arranca los pisos superiores del edificio que Kong había escalado y los usa para golpear a Gamera. Incluso el ejército y la policía aplauden su acción.

Godzilla golpea y vuelve a golpear a Gamera, salpicando carne de tortuga por todas partes, como un charco sobrecalentado en un microondas. Unos cuantos peatones se llevan pedazos de la carne a sus casas para cocinarlos, porque se rumora que tiene sabor a pollo.

Tres misiles golpean a Godzilla en el pecho; se tambalea, cae. Los tanques forman un círculo a su alrededor.

Godzilla suelta una carcajada con la boca sangrienta. Piensa: "Si hubiera acabado aquí, seguiría con el barrio de negros, y después con los amarillos y los blancos sin educación y los homosexuales. Soy un destructor que cree en la igualdad de oportunidades. A la chingada con los doce pasos. A la chingada con los humanos".

Entonces Godzilla muere y hace un cochinero en la calle. Los soldados caminan de puntitas entre el charco y se tapan las narices.

Más tarde, Gorgo reclama el cuerpo de Kong y se va.

—Zilla casi lo logra, hombre. Casi. Si hubiera completado el programa, lo hubiera logrado. Pero las presiones de la sociedad pudieron más que su voluntad. No puedes culparlo por ser aquello en lo que la sociedad lo convirtió —dice Reptilicus a los reporteros de la televisión.

De camino a casa, Reptilicus piensa en toda la situación. Los edificios quemándose. Los disparos. Tal como antaño, cuando Zilla y Kong y la tortuga demente eran jóvenes.

Reptilicus piensa en el desafiaNte Kong, agitando a Ken, con Barbie entre los dientes. Piensa en Godzilla, riéndose mientras moría.

Reptilicus se da cuenta de que hay muchos sentimientos regresando a la superficie. Es difícil detenerlos. Ubica un paraje solitario, orina en una ventana abierta y se va a casa.

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